El dólar estadounidense y el oro son activos-refugio rivales. Por tanto, hay una relación inversa bien establecida entre el precio de ambos.
Además, ya que el precio internacional del oro está denominado en dólares estadounidenses, la caída de esta moneda suele tener un efecto alcista en el precio del oro y viceversa.
Si el dólar recupera su fortaleza o no va a depender en buena medida de lo que haga la FED con los tipos de interés, y ello, a su vez, está determinado por el comportamiento de la inflación.
La alianza entre Estados Unidos e Israel hace temer que un escalamiento del conflicto podría arrastrar de manera inevitable a la potencia atlántica a este nuevo frente de guerra, sin contar con su participación logística en la guerra de Ucrania.
Por otro lado, están presentes las diversas tensiones con China: restricciones sobre el libre comercio y el acceso a microprocesadores, así como la intención manifiesta de China de reunificarse con Taiwán, incluso por la fuerza.
Estados Unidos entra en año electoral y todo apunta a un “re-match” entre el actual presidente y el anterior mandatario, Donald Trump, con buenas posibilidades de que éste último regrese a la oficina oval.
Este elemento podría generar volatilidad en los mercados ante la gran incertidumbre que supone respecto a la política exterior de Estados Unidos.
La consultora InvestingHaven espera que el oro se consolide en un amplio rango entre los 1.750 y los 2.200 dólares por onza. Estiman que se registre una reversión alcista a largo plazo en el gráfico del oro, lo que abonaría el terreno para que el precio del oro alcance un nuevo máximo histórico de 2.200 dólares como primer objetivo alcista en 2024, seguido de 2.500 dólares en 2025 y, finalmente, 3.000 dólares que se alcanzarían al cabo de varios años.